viernes, 3 de octubre de 2008

Acumulación Capitalista en Chile

Si miramos hacia el pasado no podemos evitar cuestionarnos ¿Por qué habiendo tanta plusvalía y explotación en nuestro país, no se produjo, sin embargo, el desarrollo capitalista? En consecuencia si es un capitalismo específico, ¿qué clase obrera hemos tenido? Me parece importante tratar de entender la historia como algo dinámico, sin caer en el vicio de considerar todo como un innumerable ciclo de causas y consecuencias.

Para entender un poco mejor cómo se desarrolló el capitalismo en Chile, y cómo fue que el comercio de habilitación se manifestó de manera particular en nuestro país, es imprescindible definir en qué consiste la “acumulación capitalista”:

Entendemos el modo de producción capitalista como un ciclo en el que el capitalista invierte determinada cantidad en materias primas, salarios, maquinaria, etc. y al final de éste (una vez producida y vendida su mercancía) obtiene una cantidad mayor de dinero de la que invirtió en primer lugar (se genera una ganancia).

Muchos han adherido a la idea de que el capitalismo sólo consiste en modo de producción, pero no atienden al hecho de que, además, genera acumulación. Éste segundo factor sería lo que llamamos “modo de acumulación capitalista”.

El conflicto de fondo no sería la plusvalía generada en primera instancia, sino más bien qué hace el patrón con el dinero obtenido. Según lo expuesto en clases, habrían dos caminos posibles: lo gasta en consumo conspicuo (para sí mismo) extinguiendo la plusvalía o, por otro lado, lo invierte en medios de producción (maquinarias, energía, tecnología productiva, etc.), generando retroalimentación de la producción, empleo (entendido como mayores salarios) y capital.

De un modo u otro se debe tener en cuenta que, a través de las décadas, el capitalismo no ha sido homogéneo, ni estático. Por lo que debemos considerar la infinidad de factores que pudieron determinar el desarrollo de éste como lo vemos en nuestros días.

¿Cómo se extiende hacia Chile el capital comercial?
No debemos olvidar que América es descubierta en función de los intereses mercantiles europeos por encontrar nuevas rutas hacia el oriente y que el mercado mundial que se constituyó en el siglo XVI, sufrió innumerables divisiones internas producto de las características de la expansión territorial de las potencias marítimas de la época (España, Portugal e Inglaterra).

Como plantea Salazar, el capital mercantil históricamente “se formó, expandió y llegó a ser dominante enlazando y subordinando (por lo común por la fuerza) una amplia variedad de formaciones productivas primitivas, que se convirtieron en fuentes tributarias del sistema mundial así creado” (“Historia de la acumulación capitalista en Chile”, p. 33). Dentro de este concepto los españoles establecieron una economía monopolizada, que no aceptó conexión con el resto del mercado mundial, es decir, se cerró sobre sí misma.

En América, todo el comercio estaba configurado en base a una única ruta hacia y desde España (Panamá a Cádiz - Sevilla). Dentro de este mercado hispanoamericano se formaron otros dos sub-mercados: El Caribe (México, Islas del Caribe, Panamá, Venezuela, Colombia) y el Virreinato del Perú (Ecuador, Perú, Bolivia, Chile). En consecuencia, Chile queda limitado al comercio Peruano sin salida directa a los grandes mercados del norte.

En el SXVIII, se produce un terremoto en Perú que destruyó los canales de regadío del cual dependía su agricultura. Chile, el único país en condiciones de exportar trigo, comienza a constituirse económicamente bajo esta necesidad.

Más tarde, se agregarían otros productos que, o no se producían o se producían muy poco, generando una dependencia por parte del virreinato y dejando a Chile dentro de una situación excepcional.

La lógica es que Chile impusiera un precio de monopolio en Perú, dominando la economía, sin embargo, no encontró la forma de hacerlo ya que no poseía el transporte necesario para imponer sus precios por sobre los del mercado de destino. Por contraparte, Perú había desarrollado una flota debido a la necesidad histórica de transportar productos para abastecer a España, por lo tanto compraban los productos en las costas de Valparaíso, a un valor muchas veces inferior al que realmente correspondía. Esto, trajo innumerables consecuencias.

Debemos tener en cuenta que, debido a la gran demanda de productos desde el Perú, la oligarquía mercantil buscando obtener mayores ganancias, castigaban económicamente a los productores, por lo que éstos se veían obligados a abaratar los costos de producción, castigando a su vez a su fuerza de trabajo.

¿En qué consistía esta fuerza de trabajo?
Debemos considerar que en Chile, el grueso de la población eran mestizos – hombres sin ley, ya que el derecho imperial español había considerado a los colonos y criollos, y estableció una legislación específica para los indígenas.

Así, no siendo acogidos por ninguna estructura legal estaban entregados a su voluntad. No eran perseguidos por ser mestizos, pero quedaron vagabundos sin poder acceder a cargos de importancia, ni tampoco encomendados. Como necesitaban sobrevivir de lo que pudieran, con el tiempo tuvieron que comenzar a robar (se van convirtiendo en bandidos), siendo considerados como un “enemigo interno” que debía ser erradicado.

Parte de ellos, se fueron instalando con sus familias en los alrededores de las tierras no ocupadas por los oligarcas, para cultivarlas y subsistir. Fueron ellos los que primero produjeron trigo para alimentarse, por eso es que ésta producción fue vista como “actividad de los miserables”.

Cuando los productores necesitaron entenderse con estos mestizos con el fin de aprovechar la abundante mano de obra que esta masa podía conferirles, tuvieron que acudir a métodos propios (pues no había leyes españolas que los respaldaran), entre ellos una relación patrón-campesino. “La aceptación de estos vagabundos como sujetos con los cuales se acordaba un trato paritario de intercambio (“tu puedes arrancharte aquí a cambio de que me hagas estos pequeños servicios”) o un contrato “de compañía”, que en primera instancia involucraba un gesto amistoso y humanitario de los patrones propietarios, escondía, a mediano y largo plazo, una trampa casi mortal” (Villalobos, Sergio. “Origen y Ascenso de la Burguesía Chilena”, p. 69).

Esta trampa mortal a la que se refería Villalobos, se manifestaría en la imposibilidad de las familias campesinas a ‘renunciar’ a estos ‘contratos’; “el jefe de familia ya no podía retornar a la condición de vagabundo, ni podía arrastrar a sus numerosos hijos a la vida azarosa de “andar al cerro”, a vagar por la cordillera o merodear por la ciudad. Un hombre solo podía vagabundear, pero no una familia” (Villalobos, p. 69).

A esta relación entre empresarios: uno mercader y otro microempresario productor se le llamó “modelo de habilitación”.

En el caso de la minería, la oligarquía mercantil no invirtió en extracción, pero si en molienda y metalurgia (porque era considerado más seguro). Instalaron molinos mineros, hornos de fundición de metales en la cercanía de los pueblos. Le compraban la producción minera a los pirquineros, la fundían convirtiéndola en barras de metal y ésta la exportaban. Por tanto el fundidor no tenía problemas de abastecimiento, pues estaba siendo alimentado constantemente por los pirquineros vía habilitación.

Así se formaron las fortunas chilenas, habilitando pirquineros desde la condición de molinero, fundidor y habilitador.


El modelo de habilitación.
Este modelo de habilitación, como tal, se desarrolló inicialmente en Inglaterra. Por el 1800, los empresarios industriales estaban produciendo todo tipo de productos manufacturados, sin embargo, no los vendían directamente. Ellos celebraban un contrato con los mercaderes, en el cual acordaban entregarles en consignación el producto fabricado, para que éstos lo vendieran libremente; por su parte, los mercaderes debían pagarles un porcentaje del dinero por adelantado, y el resto una vez que hubieran vendido el producto.

Ya que el mercado mundial estaba prácticamente bloqueado (por las guerras napoleónicas, la guerra francesa, etc.), estos mercaderes se las arreglaron para vender a costa de lo que fuera, sin importar la ética o las leyes de un país, por lo que se consideran esencialmente libres (introducen la idea de que capital es igual a libertad: el mercado no reconoce fronteras).

Esto condujo a la expansión del industrialismo en manos de los mercaderes ingleses, quienes salvaron a los productores de morir en un mercado cerrado al mundo. También es considerable el avance en dinero que le daban al productor industrial, el cual le permitía continuar con el ciclo de producción.

La habilitación potenció el dominio mercantil inglés, en tanto éstos, al arribar en puertos extranjeros imponían un precio de monopolio (que estaba por encima del valor pactado con el industrial).

En Chile este proceso no se dio de la misma forma, ya que se castigó el precio al productor, mayormente no existían avances, y si los habían, contaban con tasas de interés tan altas que el productor no podía pagar los préstamos, de manera que su deuda comenzaba a crecer hasta llegar al punto en que, o bien tenían que pagar trabajando gratuitamente, o entregándole sus propios medios de producción (y/o fuerza de trabajo).

Es por esto que el mecanismo de habilitación en Chile permitió la formación de grandes fortunas, pero destruyo las fuerzas productivas, con consecuencias nefastas de las que nunca pudieron recuperarse.

Así también, se formó una gran masa marginal de rotos desempleados (principalmente hijos de campesinos o pirquineros) que, al no recibir un salario que les permitiera subsistir, se echan al camino: Emigran masivamente o se quedan y se dedican a asaltar sus antiguas fuentes de trabajo.

Más tarde, al no encontrar mejores condiciones en el extranjero, muchos regresan y se establecen en la ciudad. La familia proletaria aparece como tal en los conventillos, en medio de una sociedad civil excluida no sólo económicamente, sino políticamente, pues la oligarquía, a través de su miedo histórico, los seguiría considerando una especie agente externo: “De modo que todos aquellos que pensaran otra cosa, podían ser tratados como “subversivos” por los políticos, y como “enemigo interno” por los militares.” (Salazar, Gabriel. “Historia de la acumulación capitalista en Chile”, p. 121)

La mayor influencia comercial en Chile, fue sin duda la proveniente de Inglaterra. Como sostiene Cavieres, “las conexiones comerciales con Inglaterra eran claramente significativas ya en la década de 1830 y que por 1840 el volumen del comercio entre ambos países había triplicado aquél de 1820” (Cavieres, Eduardo. “Comercio chileno y comerciantes ingleses 1820-1880”, p. 153), estableciendo desde esos tiempos sedes de sus casas comerciales en Valparaíso, e impulsando la modernización en su infraestructura urbana que, “en los años 1830 carecía prácticamente de todos los servicios urbanos más indispensables” (Cavieres, p.147), ya que la burguesía chilena no era capaz de sustentar inversiones a la infraestructura.

Y es así como, a pesar de que esta oligarquía mercantil ejerció el mecanismo de la habilitación y logró acumular cuotas de ganancia muy altas, no volcó su fortuna al desarrollo nacional, sino más bien, buscó el lujo y el financiamiento de costosos viajes a Europa (pues su identidad estaba mucho más cercana a la española que a lo local).

Las casas comerciales.
Por ese mismo periodo, en Inglaterra se constituyeron casas comerciales: sociedades comerciales que firmaron contratos con los industriales, los que les entregaban la producción en consignación a cambio de un monto fijo (que consistía en un avance, más la diferencia pagada a plazo), para que la vendieran en cualquier lugar del mundo, al precio que ellos estimaran.

Las casas comerciales contrataron a capitanes de barco y a consignatarios que se hacían responsables de la mercancía que iban a vender. La tarea del consignatario era filtrarse en el mercado de la forma que fuese. Estos personajes, generalmente adolescentes, se reparten por el mundo con toda audacia, principalmente América Latina, que al estar inserto en el mercado monopólico español, estaba sediento de nuevos productos y era rico en oro y plata.

El cargamento de estas flotas mercantes era muy valioso, entonces, los mismos mercaderes se dieron cuenta del riesgo que corrían ante el inestable panorama mundial. Les pidieron a los reyes de Inglaterra que les facilitaran una flota de guerra para protegerlos, pues era conveniente vender los productos industriales que estaban generando. Éstos, a través de la “diplomacia naval” se protegieron de un posible conflicto con alguno de los países donde se comerciaba inescrupulosamente.

De esta manera se produjo la expansión del comercio inglés: teniendo esta flota de guerra. Esta diplomacia flexible les dio pleno éxito.

Por eso que a Chile llegaron los consignatarios y detrás de éstos, una flota de guerra británica (que por 100 años se dedicó a explorar las aguas de la costa oeste de América, sin entrar en actos bélicos).

Se estableció una relación estrecha entre estas dos naciones, pues Chile necesitaba desesperadamente que Inglaterra lo reconociera como país libre e independiente (por razones diplomáticas), e Inglaterra, consciente de esta situación, no reconoció la independencia de Chile sino hasta comienzos del siglo.

Luego de la batalla de Chacabuco (después de un tiempo en que, por problemas con España, no se produjo mucho comercio) volvieron los comerciantes, que llegaron a saturar el mercado con la venta de sus productos, cayendo los precios de las manufacturas, por lo que se encontraron en una encrucijada: o se devolvían a España sin las ganancias necesarias, o se quedaban para vender a “plazo”.

Los ingleses decidieron permanecer un tiempo en territorio nacional, y con el tiempo tuvieron que establecerse en Valparaíso (se construyeron casas).

Como les iban pagando poco a poco, fueron invirtiendo ese capital en la habilitación, pero con un criterio industrial: Lo primero que pensaron es que, si habilitaban usureramente al productor, éstos no iban a poder pagarles y no era interés de los ingleses quedarse con sus fuentes de trabajo; entonces, concluyeron que había que venderles los insumos a más bajo precio, para luego comprarles sus productos a un precio mayor.

Con esto, transformaron la habilitación en un comercio donde ganaban ambas partes. De esa forma los ingleses se fueron integrando firmemente a la economía nacional y ya en los años 40 controlaban el negocio de la habilitación.

Al ir acumulando dinero, se les presentó la disyuntiva de si debían enviarlo a la casa comercial o gastarlo. Entonces decidieron reinvertirlo acá y se convirtieron en ingleses residentes; se casaron con hijas de mercaderes chilenos, formando familias mixtas, en una suerte de sociedad familiar que le daba la posibilidad de vender sus productos al detalle en otras zonas del país (los comerciantes extranjeros sólo podían venderlos en el puerto). Como se explica en el texto de Salazar: “Estando dentro del territorio y amparados por esa fraternidad, los mercaderes extranjeros podían hacer los giros empresariales que quisieran.” (Salazar. “Historia de la acumulación capitalista en Chile”, p. 120)

Penetran profundamente en la sociedad chilena y presionan para que acepte políticas liberales frente a la invasión extranjera. De esta manera, los ingleses “(…), aceptaron medidas arancelarias de carácter proteccionista, pero, a cambio, lograron que el Estado chileno aprobara sendos “tratados comerciales”, que fueron los que, en definitiva, les aseguraron su ciudadanía económica y su libertad de acción empresarial dentro del país.” (Salazar, p.121) Bernardo O’higgins los aceptó explícitamente, más aún cuando a uno de ellos le pidió expresamente que redactara una ley para reglamentar y organizar el comercio exterior.

Las casas comerciales al ver que los consignatarios hacían sus propios negocios en tierras extranjeras desahucian los contratos, cortan relaciones y éstos se ven obligados a permanecer en Chile. Por otra parte instalan sucursales que fueron controladas rigurosamente desde la casa matriz. Dejan de relacionarse con la oligarquía chilena de no ser por un contrato de comercio.

Esto determinó que desaparecieran de la noticia, lo que coincidió en que desaparecieran de la historia y del discurso político. Sin embargo, se fueron expandiendo silenciosamente.

Hacia 1910 cuando se produjo la crisis de la oligarquía chilena, 66% del capital bancario en oro estaba controlado por este conglomerado de empresas extranjeras y 100% comercio exterior. Llegaron a ser la verdadera burguesía capitalista del país. “De este modo, el sistema de dominación existente en Chile hacia 1920 no era, precisamente, un ‘sistema’. Quienes controlaban el Estado, por ejemplo, no controlaban el Mercado.” (Salazar, p.104)

4 comentarios:

Zen dijo...

Y los descendientes de aquellas familias oligarquicas de principios de siglo, son las que ahora estan en los estamentos de poder del Estado Chileno, y explica el porque es tan grande la brecha social entre las distintas clases.

Interesante el libro.

Saludos

Dan dijo...

Amm... no es un libro, precisamente.

Es un trabajo de la autora del blog, sobre la acumulacion capitalista en Chile. De hecho, se citan otros dos libros si mal no recuerdo.

Imadia dijo...

De hecho eran 5, pero no me alcanzó la cabeza =P

Y Zen tiene razón, gran parte de la brecha social actual está explicada por los oligarcas de esa década -.-!

Anónimo dijo...

Porque por mucho que se haya insistido en la técnica del chorreo...a la hora de la verdad los que reparten se llevan la mejor parte (cuando no se la llevan toda).

Lo que ha pasado es que, no bastando las ganancias millonarias obtenidas en este sistema económico neo-liberal, se quiso obtener más y más...hasta que la burbuja reventó.

Y por lo que expones, la mentalidad patronal viene de siglos...ergo, no es de extrañarse actitudes símiles (aunque disfrazadas con palabras de buena crianza) de empresarios que se difuminan en las sociedades anónimas abiertas.

Los ingleses fueron muy hábiles...y el poder que tenían trascendió rápidamente lo económico (John Thomas North fue el instigador intelectual de la Guerra Civil de 1891 y Agustín Edwards, el vocero escrito de la conspiración fascista contra Allende).

Saludos afectuosos, de corazón.